viernes, 6 de junio de 2008
UN SUSPENSO ENTRE LO ARCAICO Y LO MODERNO
Seamus Heaney
Isla de las estaciones
Trad. Pura López Colomé
Amigos de Editorial calamus/CONACULTA/INBA
México, 2006
188 pp
por Mijail Lamas
Seamus Heaney es sin duda uno de los poetas contemporáneos más importantes. Su personalidad ha destacado no sólo en el ámbito de la lírica, pues como crítico y ensayista ha contribuido a renovar la óptica sobre el papel que la poesía juega en las sociedades actuales, y como traductor se ha dedicado a recuperar antiguos textos de lengua irlandesa. Sus aportaciones al quehacer poético son, en síntesis, de un elevado valor estético. Su obra se ha dado a conocer con mayor notoriedad a partir de que fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1995. En nuestro país la mayoría de sus traducciones, y las mejores, las ha hecho la poeta Pura López Colomé. Éste es el caso de Isla de las Estaciones, ahora editado por Calamus y originalmente publicado en inglés en 1984.
Isla de las Estaciones es un volumen rico en su eje temático, aunque circunscrito en su mayoría a la geografía irlandesa; está dividido en tres partes, que otorgan una variedad de registros a la fuerte voz poética del autor.
El primer apartado, sin título, está conformado por una colección de poemas un tanto de ocasión y circunstancia que van del discurso amoroso, como en “El atavío”, a la postal costumbrista, bella y concisamente detallada (“Vida de estante”). En estos poemas en particular, la descripción de los objetos de uso cotidiano se desarrolla a partir de la relación que éstos tienen con las personas que los usan, así que no son meras descripciones de naturalezas muertas. Un ejemplo notorio es el poema “Vieja plancha”: “Con frecuencia la vi levantarla/ desde donde su cuña compacta montaba/ la parte trasera de la estufa/ como un remolque anclado.// Para saber, de oído, qué tan caliente estaba/ palmeteaba la superficie de acero/ o se la acercaba a la mejilla,/ adivinando así el peligro en potencia”. Esa capacidad de ver la maravilla en la existencia de las cosas y las personas, es decir, de atisbar la epifanía, es natural en Heaney. Al referirse a su infancia en el discurso de recepción del Nobel, Heaney parece describir esta emoción que se repite en sus poemas: “una existencia íntima, física, criaturil...”. La persistencia de un paisaje rural hilvanado por medio de una voz de expresión tan contemporánea, a lo largo de todo el libro, deja ver claramente eso que Heaney reconoce como un “suspenso entre lo arcaico y lo moderno”, que se desprende gracias a una constante requisa de la memoria y la regular visita a los verdes y hondos lagos de la nostalgia.
El segundo apartado de este volumen es el que da nombre al libro y está constituido por 12 poemas que a su vez representan las 12 paradas a lo largo de la peregrinación de tres días al purgatorio de San Patricio, que se encuentra en las inmediaciones del Lago Derg, como aclara la traductora en el espléndido prólogo y como el mismo Heaney apunta en las notas al final del libro.
Los 12 poemas presentan 12 encuentros un tanto oníricos o fantasmagóricos con distintos personajes cercanos al poeta, ya sea porque fueron actores representativos en su vida o por ser importantes en la vida social de Irlanda. Lo único que parece relacionar las personalidades de estos caracteres es la circunstancia de su muerte, enmarcada en la violencia de los conflictos políticos y religiosos presentes en Irlanda. Dichos encuentros plantean un reconocimiento interior de la identidad nacional e individual como la respuesta a inquietudes no resueltas ante la interrupción drástica que sobreviene con la muerte y que sólo la poesía posibilita responder.
En estos poemas la nítida construcción del discurso lírico y su vívida plasticidad no le son suficientes al poeta, así que recurre a una muy concreta construcción anecdótica que le permite afianzar su discurso “dando en el clavo de la forma de las cosas”, de manera que la voz poética puede entregarse a estos encuentros y realizar esa búsqueda consigo misma por medio del diálogo con los otros, esos otros que la poesía trae de vuelta para saldar las cuentas pendientes.
En “Sweeney redivido”, tercer y último apartado de Isla de las Estaciones, Heaney da la voz al que fuera el mítico rey de Ulster. Esta sección es a su vez una reelaboración del cuento irlandés “La locura de Sweeney”, del que Heaney ha hecho una traducción al inglés. En la nota al poema Heaney lo explica así: “es una versión del cuento irlandés, pero confío que estas glosas sobrevivan sin ayuda del relato original. Muchas de ellas, por supuesto, han sido imaginadas dentro de contextos muy distantes de la Irlanda de principios de la Edad Media”. He aquí, otra vez, ese “suspenso entre lo arcaico y lo moderno”, apuntado anteriormente: la voz de un rey premedieval en un contexto de carreteras y automóviles.
Sweeney, el rey pagano, es maldecido por el clérigo San Ronan, condenado a creerse pájaro y como tal a desconfiar de los seres humanos. Esta reelaboración de la locura es equiparable a la alegoría que Baudelaire hace del albatros, ya que en el peregrinar de Sweeney su percepción del mundo es modificada por su condición delirante; es un extraño entre sus semejantes, su visión es distinta, su perspectiva es más bien privilegiada. Es la posición del poeta, ya que la maldición hecha por el clérigo le “mostró el camino hacia un reino/ de tal alcance y fidelidad” que su “vacío es desde entonces su señor”. La reelaboración del mito de Sweeney es una constante en la poesía y la literatura de las islas británicas, por el potencial poético que sugiere múltiples implicaciones e interpretaciones.
Al final del peregrinaje por estas tres estancias de hermosa polifonía y verdes paisajes —verde irlandés, claro está—, el lector conoce una visión sugerente y poderosa del universo de este poeta extraordinario, vertido a nuestra lengua con gran intuición lírica e imaginativa y perfecta noción del ritmo por Pura López Colomé.
(Apareció en Revista nexos No. 366 • Junio de 2008)
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1 comentario:
This is awesome!
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