domingo, 29 de agosto de 2010

LA ORIGINALIDAD DE LO PRIMITIVO



Por Mijail Lamas

Anábasis.
Saint-John Perse.
Traducción de José Luis Rivas.
Editorial Era.
129 págs.

Anábasis es el segundo libro publicado por Saint-Joh Perse. Éste pequeño volumen interesó de manera instantánea a poetas de la talla de T. S. Eliot y Giussepe Ungaretti quienes lo tradujeron de manera entusiasta a sus propias lenguas. En español fueron los escritores Octavio G. Barreda y Jorge Zalamea los primeros que se dieran a la tarea de traducir la poesía del poeta franco caribeño. La traducción que ahora nos ocupa fue realizada por el poeta mexicano José Luis Rivas, recientemente galardonado con el premio Nacional de Ciencias y Artes, y que es sin lugar a dudas una de las voces más solidas de nuestras letras. Rivas se ha dado a la tarea de traducir obras cumbres de la literatura contemporánea como es el caso de Tierra yerma del ya mencionado T.S. Eliot y el extenso Homeros de Derek Walcott, poeta caribeño nacido en la isla de Santa Lucia, geográficamente cercana a la isla Guadalupe, donde naciera Alexis Leger, nombre verdadero de Saint-John Perse. En realidad la traducciones que dan cuerpo esta nueva edición de Anábasis ya habían sido recogidos en una edición mucho más extensa que data de 1991, editada bajo el sello de la UAM; en ese volumen Rivas traducía los libros Elogios, Anábasis y Exilio. La edición pretendía ser el primer tomo de la obra completa de Saint-John Perse al español, sin embargo el segundo tomo nunca vio la luz. De este modo la edición que ahora nos entrega ediciones ERA ha sido revisada y mejorada.

La dinámica permanencia de la poesía de Saint-Joh Perse se debe a esa indagación en la medula de la naturaleza humana o como él mismo lo afirma, al hecho de “profundizar el misterio mismo del hombre”. La construcción formal y temática de casi toda su obra tiene pocas variaciones y tal vez se pueda sintetizar en el hecho de tratar asuntos tan antiguos y sagrados como los abordados por Homero, pero mediante la utilización del versículo de los profetas bíblicos, verso no menos antiguo. Desde su primer libro Elogios, publicado hace casi un siglo, hasta Vientos publicado en 1964, cuatro años después de haber recibido el premio Nobel de Literatura, esta pauta formal es constante. Y sin embargo en cada uno de ellos nos encontramos, como afirma Jorge Teiller, ante “un espectáculo que de tan fascinante puede resultar abrumador”.

Específicamente Anábasis, en palabras del mismo Sain-John Perse “tiene por objeto el poema de la soledad en la acción. Tanto la acción entre los hombres como de la acción del espíritu…” No por nada Anábasis hace referencia al viaje, en este en particular un viaje doble como líneas paralelas donde lo humano se ve implicado a través de distintos elementos rituales en los movimientos propios del espíritu.

Por eso no resulta ilógico que junto a este poema se hayan incluido aquellos pertenecientes al ciclo “La gloria de los Reyes” ya que en estos queda por demás explícito el carácter ritual de la poesía de Perse, en ellos la invocación a la Diosa Madre, en sus dos aspectos esenciales mencionados por Graves, benéfica “¡oh Afable! ¡oh Tibia, oh un-poco-Húmeda, y Suave, se dice que nos librarás/ de un quemajoso recuerdo de los pimentales y de las playas donde crece el árbol-de-la-ceniza y de las vainas núbiles y de los animales de bolsa almizcleña!” y terrible
“Reina demente (Reina obsedida de pasiones como de un flujo de vientre)”. Para luego dar paso a la figura del Rey oracular o sagrado (oloroso al perfume de la vísceras donde se puede leer el porvenir) que es a su vez líder político y espiritual, en esa visión más bien primigenia que aún sobrevive en sociedades tribales donde, según nos dice Frazer, “el rey suele ser hechicero, además de sacerdote; es más, con frecuencia parece haber obtenido su poderío en virtud en su supuesta habilidad en la magia…”.
“!Eres el Curandero y el Asesor y el Encantador en las fuentes del espíritu¡”

Con este antecedente de la visión originaria del mundo de Saint-Jonh Perse nos involucramos en la Anábasis del iniciado, el peregrino y conquistador de si mismo. Si bien sabemos que Saint-John Perse escribió el poema durante su estadía en China no hay elementos geográficos que nos permitan localizar la acción del poema en un determinado espacio, es más bien un espacio mítico, sin embargo podemos saber que nuestro personaje inicia su camino en un día de verano cuando el sol se encuentra entrando en la casa de Leo, muy probablemente el 24 de julio.

“Pues el sol entra en Leo y el extranjero puso su dedo en la boca de los muertos. Extranjero. Que reía.”

Del extranjero viene la incitación al viaje, él representa el poder futuro, la buena nueva o el ángel de la anunciación que se ha disfrazado para revelar su mensaje, de este modo nuestro iniciado decide emprender su propia Anábasis.

Este poema es entonces, “¡Altivez del hombre en marcha bajo su carga de eternidad!”, un compendio de acciones que dirigen cada una al conocimiento, donde el peregrino de si mismo, el conquistador de su propia alma, somete su entorno para lograr una armonía entre las cosas de los hombres y las cosas del espíritu; nuestro personaje es un conocedor de los siclos agrícolas y las tres antiguas estaciones, cada una representada por un animal diferente; es el sabio y el guerrero, el amigo y benefactor del poeta, y el poeta él mismo:

“Pero de mi hermano el poeta hemos tenido noticias. Ha escrito de nuevo una cosa dulcísima. Y algunos están enterados…”

La originalidad de Anábasis no reside en una desarticulación radical de los elementos que hasta entonces la poesía luchaba por subvertir, Anábasis desarrolla el tema del hombre y su marcha edificante, tan antigua y actual, ahí la mirada del poeta va a lo primigenio, al origen mismo de las sociedades, sin desatender esa extensa cadencia de su versículo y la solida contundencia de su prosa poética.