jueves, 11 de diciembre de 2008
MANUAL DE INCONSISTENCIAS
Por Mijail Lamas
Manual de viento y esgrima
Valdez García, Alfredo
México, Práctica mortal-CONACULTA, 2007
ISBN: 9703513999
Manual de viento y esgrima reúne cuatro libros de Alfredo García Valdez. Es posible advertir, de entrada, un testimonio cabal de las obsesiones y gustos de García Valdez, y una muestra de cómo su voz se ha ido construyendo mediante la búsqueda de los más variados registros y técnicas de la poesía
El primero de los libros que dan cuerpo a este Manual… lleva el título de Silva de amor nocturno (1994). Como el nombre lo adelanta, aquí se experimenta con la cadencia de la silva castellana (composición bimétrica formada por versos heptasílabos y endecasílabos) y otras estrofas y metros de acentuación prosódica, en las que el autor se toma algunas libertades técnicas en estrofas rígidas como el soneto. En este caso, García Valdez intercala versos de nueve con los endecasílabos, creando una música entrecortada. También podemos encontrar alguna prosa poética en este apartado.
Más allá de la temática desencantada de algunos de los textos, del regocijo por la imagen vacua y la descripción de los objetos, Silva de amor… ofrece una interesante búsqueda experimental en la tradición del verso castellano, que no se observa comúnmente en los libros de poesía más actual. De este apartado destacan los poemas “Teatro de sombra”, donde el verano cruza raudo en un paisaje de cielo azul abierto. También destaca “La mancha de púrpura”, décima que, salvo por la repetición de un verso, característica que los decimeros ven como impericia, muestra buen tino entre sentimiento y cadencia.
Si en Silva de amor nocturno la apuesta es por la exploración de las formas clásicas del verso de acentuación prosódica y sus estrofas, en Manual de viento y esgrima, la segunda sección, el verso se construye en esa libre combinación que caracteriza a mucha de la poesía contemporánea, pero García Valdez no resiste y regresa por momentos a la regularidad métrica, como en el caso de “Nocturno pánico”, título que recuerda a Villaurrutia, donde la voz parece tomar claridad en la construcción de una imagen como “sobra aire al pez, sed a la llama”, pero que inmediatamente se ve afectada por unos “viejos duendes inquisitorios” que “siembran de ojos la árida noche”.
En este apartado el discurso de los poemas está construido por acumulación de imágenes que saturan la primera intención planteada en el texto; esta construcción dificulta seguir la línea del pensamiento que debería llevarnos sin ningún reparo a la expresión deseada por el poeta: “Un tigre bajo la seda fría de la aurora / Una luz vegetal que abraza guijarros y raíces/ Extranjero sin rostro posible, tomo las máscaras labradas en el halo del sueño/ Un nido de sílabas bajo tres espejos/ Un rayo subterráneo me devuelve tus ojos: tampoco puedes dormir…” Antes que podamos vislumbrar al “extranjero sin rostro” que toma “las mascaras labradas del sueño” está “el tigre bajo la seda…” y la “luz vegetal”, que nulifican la efectividad de la expresión poética.
Además de este desconcierto que causa esta acumulación a veces desordenada de imágenes, encontramos otro elemento en la expresión: la adjetivación rimbombante a la que García Valdez se muestra proclive: “Ardiente cúpula de luz impía,/ graves peldaños con palomas cándidas/ por donde ascienden los imperturbables muertos fanáticos”.
De este apartado rescato los “Proverbios de la mala mujer” con su alta dosis de misoginia e incorrección política; de hecho, creo encontrar en la expresión breve de García Valdez su mayor alcance. Un ejemplo son: “1. La mujer que llena tu casa de escasez,/ si la amas, pondrá fuego en tus huesos.” y “17. Su pelo desemboca en el Hades”.
Al llegar a La cámara de la memoria, se podría esperar una expresión mucho más cuidada del autor; sin embargo, las inconsistencias en su expresión se repiten. El léxico avejentado de la poesía decimonónica no es aquí una ocurrencia novedosa; es más bien descuido en una expresión que pretende ser moderna, como en “El video vertiginoso/ despliégase ante la sed de la mirada…” o “Ella, que apenas habló anoche/ en el ámbito del ron ambarino”. Ya en la prosa de este apartado se ofrecen elementos un poco más interesantes. La indagación de la mujer en “Novela (1)” y “Tiempo”, me parecen ejemplos decorosos de prosa poética.
En el último apartado, Océano: Tributos, el más extenso del libro, García Valdez obsequia un catálogo de retratos y homenajes, como el título del apartado lo refleja, un tanto a imitación de Lee Master y su Antología de Spoon River. También podemos encontrar postales y añoranzas de distintos lugares, con la que el poeta intenta crear una mitología particular de las cantinas. Algunas de las características mencionadas en los anteriores apartados se siguen repitiendo aquí; con todo, no se puede decir que no haya un mayor oficio por parte de García Valdez, pues se le distingue mucho más dueño de su expresión, y sus temáticas recurrentes toman aquí un nuevo lustre.
Al final las 237 páginas de Manual de viento y esgrima, predomina una sensación de desbordamiento. Creo que hay varios textos que el autor pudo retirar, tanto por las dificultades estructurales como semánticas que he señalado. Así, García Valdez ha perdido la oportunidad de crear una selección de poemas mucho más firme y reveladora, y en lugar de eso ha construido un extenso manual de inconsistencias.
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